Aunque actividades como la bicicleta, las carreras de orientación o el trail running nocturno pueden precisar elementos especializados, con mucha potencia y unas necesidades de programación determinadas. La escalada, el alpinismo, el montañismo o el senderismo tienen requerimientos no tan concretos.
Las actividades más técnicas en lo referente a escalada, alpinismo, montañismo o senderismo se resolverán con frontales de un máximo de 400 lúmenes, un alto índice de impermeabilidad (IPX5 o 6, por ejemplo), cable remoto para guardar la batería cerca del cuerpo y un sistema adaptativo que alterne la iluminación de proximidad con una concentración del foco en la lejanía, útil para localizar la continuación de la vía o el camino. Para las menos complejas, como el senderismo o la escalada en lugares poco comprometidos, una linterna de unos 100-150, IPX4 y foco fijo o variable se mostrará suficiente.
Es muy interesante que la linterna sea pequeña y ligera como para llevarla siempre encima (bolsillo de la mochila, guardada en una fundita rígida o flexible, mejor impermeable, por ejemplo). Y que su autonomía real sea superior a las 30/40 horas. Ojo con esto, pues ya sabemos que las bajas temperaturas hacen decaer notablemente la autonomía. Cuidado también si llevamos frontales con intensidad variable; malgastar “combustible” llevando la máxima potencia si solo alumbramos un par de metros por delante de nuestros pasos no es nada recomendable.
Pilas, batería recargable con o sin puerto USB son detalles no decisivos para la elección final, si bien poder reponer la energía de la linterna con sólo un cable y una fuente de alimentación es algo a tener muy en cuenta en determinadas situaciones.
Hay frontales que pueden separarse con facilidad de la banda elástica. Ello permite que esta última pueda recambiarse, lavarse... Eso sí, la linterna es más vulnerable si cae una piedrecita, un trozo de hielo..., que pueda desprenderla de la goma tras un impacto.
Las frontales pueden tener una única banda alrededor de la cabeza o un sistema adicional en la parte superior para dotar de mayor estabilidad. Las hay equipadas con elásticos o cordones regulables que evitan movimientos indeseados, ante todo cuando se corre. Y algunas vienen con un buen surtido de accesorios, como sistemas extensibles del cableado, para alternar el llevarla sobre la cabeza o el cinturón, adaptadores para manillar de bicicleta, para casco...
El mercado ofrece pequeñas frontales de emergencia que, junto a cordones de goma con tanka para ponerlas sobre la cabeza, incorporan un sistema de pinza para poner en la ropa, unirlas a la mochila, etcétera. Vienen muy bien como segunda linterna o elemento único que nunca debe faltar en las salidas a la montaña, para un uso puntual y en cualquier condición. A veces las actividades se extienden más de lo deseado y son un gran salvavidas cuando cae la noche.
Que una linterna tenga un interruptor fácil de accionar con guantes, resulte cómoda sobre la cabeza para su utilización continuada, cuente con una construcción sólida y una óptica de calidad, el acceso a su interior sea sencillo (para la sustitución de baterías, por ejemplo), sus componentes sean estancos, su foco orientable e incorpore indicador luminoso del estado de la batería... no son detalles suficientes para clasificar la oferta del mercado, pues la mayoría comparte características. Podrían establecerse muchas clasificaciones distintas, pero quizás la que exponemos a continuación resulte la más sencilla:
Las linternas frontales están expuestas a los elementos y se precisa que sean resistentes a ellos. Una buena resistencia a la humedad es interesante, y por ello conviene elegir frontales con un buen grado IPX. El grado 7 (inmersión completa en 1 m de agua sin que penetre líquido durante 30 mi- nutos) tal vez sea un poco exagerado, pero un mínimo de 4 (resistencia a la intemperie) puede indicar que estamos ante un producto relativamente solvente para usar en exterior.
Precisar una linterna antiexplosiva ATEX no es frecuente. Pero es bueno saber que existen aunque sus aplicaciones sean principalmente profesionales. Aventurarse en una cueva y encender una linterna puede no ser una idea muy inteligente si no se conoce el gas que nos envuelve.
Muchas linternas cuentan con un indicador del nivel de batería que, en ocasiones, cambia de color (verde carga máxima, naranja carga media, rojo poca carga). Pero también es frecuente que se pueda conmutar entre luz blanca, roja e incluso naranja.
La primera está indicada para la iluminación normal. La roja es muy práctica para indicar posición si, por ejemplo, se camina por una carretera o evitar deslumbramientos si se camina en grupo. Yo la empleo en los refugios, para vestirme en la noche sin molestar al resto de compañeros mientras duermen. La luz naranja es muy interesante para la lectura de mapas, pues evita que se anulen colores del espectro empleados para aportar valiosa información.
José Isidro Gordito