.ENTRENAMIENTO MENTAL.

03/05/2020 -J. L. GORDITO-
.ENTRENAMIENTO MENTAL.
HERRAMIENTAS PRÁCTICAS PARA EL ENTRENAMIENTO MENTAL

Profundiza en el poder de la mente

El aspecto mental es uno de los pilares fundamentales de la práctica deportiva, la razón por la que unas personas sobresalen sobre otras a pesar de poseer capacidades físicas y mecánicas similares o inferiores. En este artículo abarcamos dos prácticas concretas, el trabajo con imágenes y la energía de las emociones, como herramientas fundamentales para superar situaciones críticas tanto practicando un deporte como en la vida diaria.


No os aburriré con conceptos técnicos ni repetiré aquí todas esas pautas que se recalcan como fórmulas básicas aplicables a cualquier disciplina y entre las que están marcarse objetivos, emplear claves verbales, concentrarse en lo positivo, practicar la relajación, respirar adecuadamente, identificar los niveles de tensión, estudiar a los rivales, visualizar las técnicas correctas, crear una rutina preactividad o mantenerse en calma incluso bajo presión.

Eso lo podréis encontrar en cualquier manual específico como por ejemplo el interesante libro “Entrenamiento mental para optimizar el rendimiento” de Steven Ungerleider y que, entre otros, se ha convertido en un básico de mi tarea como formador.

Además de destacar el importante poder de la mente quiero hablaros exclusivamente de dos materias que me han resultado de utilidad en multitud de ocasiones y que podemos aplicar para mantener nuestra moral alta en caso de sufrir una lesión, de no poder salir al aire libre por inclemencias meteorologías o durante ¡largos períodos de confinamiento!

 Tanto un método como otro forman parte del trabajo mental que comenzó a practicarse en la Europa del Este en los años sesenta. El estilo de formar a los instructores en técnicas de preparación mental para entrenar atletas difiere del modelo de enseñanza occidental que bien incorpora a psicólogos del deporte cuando ya se ha avanzado en la preparación física, o propone un trabajo psicológico previo sin la participación de los entrenadores para que estos continúen después desarrollando su labor pero participando parcialmente a medida que los atletas mejoran su rendimiento. A pesar de las diferencias todos coinciden en su importancia.

Trabajo con imágenes

Esta es una de las fórmulas más utilizadas por los deportistas de élite de todo el mundo. Los atletas parten de un estado de comodidad y relajación. Comienzan respirando profundamente pero sin esfuerzo y van imaginando las diferentes fases de la competición para la que se preparan. Eso no tendría ningún secreto si no fuese porque lo que imaginan es a ellos mismos dentro de esa “película”, sintiendo emociones e incluso percibiendo los sonidos y olores de una realidad que exclusivamente está en su mente.-

El punto culminante es cuando logran verse ganando la prueba y escuchando los aplausos del público.

El ejercicio va encaminado, por supuesto, a incrementar la confianza. A inducir el pensamiento de que si alguien puede imaginarse resolviendo algo es porque eso puede ocurrir en la práctica. A tener un pensamiento positivo pero, también, a evitar bloqueos ante sucesos inesperados que no se han previsto y para los que no se han creado soluciones mentales. A predisponer cuerpo y mente para que nada pille por sorpresa, pues todo puede ocurrir. Y como lo que un deportista de alto nivel busca que ocurra es su victoria, imaginar que gana a sus rivales es el mejor camino hacia su soñado destino: ¡lograrlo!

No entraré aquí en los efectos secundarios de los fracasos a pesar de tan cuidada estrategia. Me ceñiré exclusivamente al aspecto teórico y práctico del trabajo con imágenes. Es evidente que un auténtico campeón debe poseer, igualmente, una mentalidad a toda prueba que lo mantenga sereno en caso de que, independientemente de sus esfuerzos, no logre la meta soñada. Un supuesto que, afortunada o desafortunadamente, también forma parte del juego.

Además de haber preparado a diferentes deportistas con este método lo he empleado personalmente en muchas ocasiones. Se ha mostrado de gran utilidad para resolver pasos clave de vías de escalada y también en vuelos de distancia en parapente. Es cierto que resulta difícil imaginarse en lugares que no se conocen o por los que nunca se ha pasado, como puede ocurrir en vías largas de alpinismo o determinados vuelos. Pero es muy práctico en rutas que se divisan parcial o totalmente desde el suelo, o recorridos que transcurren por lugares en los que sí se ha estado.

Escalada en hielo

Lo he aplicado en cascadas de hielo que no conocía salvo por haber visto su estructura habitual de formación en fotografías. También concentrándome en la base de algunas otras e imaginando en qué lugar pasaría gancheando o golpeando levemente, o progresaría con suaves movimientos. He podido “verme” haciendo una bicicleta o un balanceo con cruce posterior (bandera). Gestos que surgieron de modo instintivo para resolver los pasos clave de las vías en el lugar preciso imaginado en la mente, donde había podido ubicarme con todo lujo de detalle. Un proceder que se mezcla con otro método que igualmente uso mucho: la visualización de las técnicas correctas. Pero de eso hablaremos en otro momento.

Puede ponerse en práctica en vías de roca que se trabajan, en competiciones sobre estructuras artificiales (roca o hielo). Y también en otras de las que no se tiene más que una vaga información, se ha visto alguna foto pero se sabe que implican una gestualidad concreta en sus tramos clave. Imaginarnos resolviéndolos es un interesante punto de partida y la mejor garantía para poder hacerlo cuando nos enfrentemos a ellos.

Energía de las emociones

El otro sistema del que quiero hablaros es el uso de las emociones para producir efectos positivos. Es una técnica llamada de autocondicionamiento que ayuda a los deportistas a elegir su estado de ánimo óptimo para una prueba. La alegría, la felicidad o incluso el enfado pueden disparar su motivación y rendimiento.

El doctor Grigori Raiport, gran estudioso del asunto que fue presidente del Centro de Entrenamiento del Método Ruso para el Éxito, decía que “incluso una emoción tan negativa como la tristeza puede utilizarse de forma constructiva”.

Indicaba que cualquier emoción intensa posee energía y que los preparadores pueden lograr transformar la energía negativa de la aflicción en una fuerza constructiva.

Un ejemplo es el de la medallista olímpica Anita Allen quien pocos días antes de competir en los Juegos Panamericanos de 2003 perdió a su mejor amigo en la guerra de Irak. Tornó su dolor en máxima concentración e intensa liberación emocional al competir, y ganó el oro en la prueba que se celebraba en República Dominicana.

Un caso práctico

No me gusta hablar de lo que no he experimentado pues considero que cualquier acto de divulgación implica una gran responsabilidad y no es serio hablar de aquello que realmente no se conoce. Si me he decidido a escribir sobre este asunto es, como decía antes, porque me ha resultado útil en mi tarea como docente y he visto progresos de los deportistas a quienes dirigía. También porque –especialmente el trabajo con imágenes– ha sido clave para la resolución de algunas rutas de escalada y porque creo que es de gran interés en la aplicación exitosa de gestos específicos en pasos determinados.

Quiero concluir este artículo exponiendo el uso combinado de las dos técnicas en un día concreto. Espero que sirva tanto para admitir su interés como para alertar sobre su uso instintivo sin la intervención de un entrenador o la focalización en su conveniencia.

Hace unos años sufrí la pérdida de un gran amigo. Un compañero de vida y escaladas que, aunque ya no formaba parte de mi vida diaria, era como ese hermano mayor que siempre está ahí. La noticia de su fallecimiento me llegó mientras me encontraba en una competición de parapente. No estaba allí porque me satisfaga competir, pues mi gusto es más bien el contrario. Asistía porque se trataba de una buena oportunidad para realizar bellos vuelos de distancia en parapente, compartiendo suelo y espacio aéreo con amigos y aprendiendo de todo el mundo, no solo de los que saben más que uno mismo de un tema determinado.

Vuelo en parapente

Comencé con motivación, pero fuera de lugar. El primer día resultó ventoso y, tras cometer algún error, me quedé bajo. A pesar de encontrar un foco térmico y centrarlo perfectamente la fuerte deriva indujo la creación de imágenes mentales mientras iba ascendiendo. Sin esperar ni un minuto me vi acelerando para escapar hacia adelante y situarme en la vertical del único campo despejado que había en la zona. Las diapositivas ficticias de mi flamante parapente en la copa de un árbol tomaron las riendas de la mente y anularon mi paciencia. No había ninguna razón para pensar que la térmica en que me encontraba no ascendiese lo suficiente como para no salvar holgadamente el bosque hacia el que me empujaba la deriva. Pero mi imaginación lo vio imposible y se impuso a una razón que también decía que, incluso sin ascender un metro más, la altura que tenía y esa intensidad de viento me harían alcanzar sin problemas el final del robledal donde probablemente hallaría nuevas térmicas y aterrizajes de todos los tamaños.

Horas después llegué incluso a felicitarme por haber tomado la decisión correcta. La más segura, con la que me preparaba para afrontar un nuevo día para el que se anunciaban mejores condiciones.

Recibí la noticia mientras cenaba. Un jarro de agua fría. Una realidad que me resistía a creer. Lloré desconsoladamente toda la noche. Por la mañana conduje hasta el tanatorio, di el último adiós a mi “hermano”, abracé a amigos y familiares y volví al camping donde había dejado todo revuelto. Lo primero que se me ocurrió fue recoger y volver a casa, pero después albergué el absurdo planteamiento de volar la siguiente jornada para rendir una especie de homenaje con un bello vuelo.

No dejé de llorar pero varias horas después me encontraba en el despegue. No salí de los primeros, a pesar de ser algo que acostumbro a hacer. Ordené mis ideas y, tras estudiar las condiciones del día, pensé seguir un trazado que conocía en parte. Me imaginé girando sobre un pueblo que recordaba, remontando desde abajo en la ladera de una montaña conocida y navegando sobre un bosque del que podía sentir un fresco olor. Me programé hasta un punto concreto a unos 180 kilómetros del lugar que salí y donde dije que aterrizaría. Solo tenía que concentrarme en hacerlo bien y, por supuesto, contar con las condiciones favorables.

Hice todo el vuelo en solitario. Fui adelantando a otros pilotos y observando que muchos se quedaban por el camino. Volé tan concentrado que a veces parecía estar sentado ante una pantalla, viendo el vídeo de un vuelo que había efectuado con anterioridad. Varias de las cosas que había visualizado se hicieron realidad, aunque de forma diferente a como las había imaginado. Sobre aquel pueblo hacía sol, pero ahora había una nube que lo ensombrecía, precisamente hacia la que escalaba. La remontada en la ladera se produjo (sigo sin creérmelo) pero en la realidad no estaba tan solo como en mi cabeza (ascendía acompañado por dos buitres) y la deriva me empujaba hacia un lado distinto. El bosque no desprendía ningún aroma, pero ahí estaba, como en la foto que veía al cerrar los ojos. ¿Y el aterrizaje? No, esa parte no se materializó en ninguna de sus formas: ¿para qué tomar allí si aún estaba alto?

Sin embargo, al alcanzar mi destino mental me desconecté. No necesitaba ir más allá. Me sentía satisfecho porque Luis ya tenía su regalo.

De ese día también aprendí que la programación hasta puntos concretos puede producir desmotivación en lo sucesivo y que siempre hay que pensar con mayor ambición. Tal vez hasta escuchar los aplausos, como hacen muchos atletas de élite.

Sé que esa jornada pude haber ido más lejos. De hecho, cuando aterricé con lágrimas en los ojos otro compañero continuó por la ladera que abandoné y prolongó su vuelo unos kilómetros más, proclamándose campeón de una manga donde yo me vi encabezando una clasificación sin comerlo ni beberlo. La satisfacción del deber cumplido y el hecho de evitar problemas al vehículo de recogida me llevaron a “posarme” en un campo verde al lado de una buena carretera. Llegué 198 kilómetros más allá de donde había salido muchas horas antes.

Los días que siguieron me sentí “desprogramado”. Volé sin ninguna convicción aunque intentando no perder el tacto. Mi mente optó por un trabajo lúdico porque tenía presente una cosa: estaba de luto. Y eso anulaba todo lo demás.

Concluyendo

Con este ejemplo he pretendido mostrar el uso práctico pero instintivo e involuntario del trabajo con imágenes y el manejo de la energía de las emociones. Y, por supuesto, abrir la puerta a su uso voluntario y dirigido para mejorar el rendimiento, complementar el entrenamiento, mantener la motivación o superar situaciones de crisis.

Es evidente que no es infalible. Por mucho que nos imaginemos elevándonos en una térmica o nos veamos gancheando una estructura de hielo llena de agujeros ello no implicará que se dispare en el momento preciso, o que el día que vayamos a escalar deje de ser un muro liso. Pero servirá para mantener nuestra moral alta e inducirnos a pensar una realidad: que todo es posible, que todo se puede superar. Que alguien motivado es capaz de sobreponerse a las dificultades que plantean la duda, el miedo, una lesión o un largo encierro. En nuestra mano (bueno realmente en nuestra mente) está la solución.