-GUANTES DE MONTAÑA-

08/01/2021 .J. I. Gordito.
-GUANTES DE MONTAÑA-

Guantes para la montaña

Son los grandes marginados del equipo de montañeros, escaladores y alpinistas, elementos vitales a los que no se concede la relevancia que se merecen y se catalogan como “accesorios” o “complementos”. Constituyen, sin embargo, una protección de notable importancia que preserva las extremidades responsables de la progresión, el aseguramiento y la realización de gran parte de las tareas que exige la montaña. Vamos a conocerlos en profundidad.


Las manos son las primeras en notar el descenso de temperatura. Su contacto con la nieve, el viento, el ambiente hostil del invierno… desemboca en un malestar intensificado por la lucha del sistema circulatorio tratando de mantener el resto del cuerpo a niveles aceptables, restringiendo para ello la irrigación de las extremidades.

Si se une que en actividades como la escalada los brazos van elevados la mayor parte del tiempo y la sangre acude a manos y dedos con menor “alegría”, es imprescindible la presencia de un buen complemento artificial. Como bien dice Alfons Escobar, alma máter de los guantes Isard, “las manos son un tema complejo y exigente”.

Debido a las funciones que realizan, las manos necesitan estar protegidas por la prenda perfecta, algo que es complicado conseguir. La relación precisión-aislamiento-duración parece difícil de conseguir, y cuando un guante sobresale por una característica es porque exhibe grandes debilidades en otros campos.

Un guante para montaña debe ser blando, ligero, caliente, impermeable, robusto… y, por supuesto, sencillo. Parece una sucesión de atributos incompatibles que es necesario saber casar con una cuidada alquimia.

Forma y preforma

Un guante es un traje para mano y dedos. Puede cubrir los últimos de manera independiente (cinco cavidades) o más o menos agrupada (dos cavidades: una para cuatro dedos y otra adicional para el pulgar; o tres cavidades: una para tres dedos, otra para índice y otra para el pulgar) lo que se conoce con el nombre de manopla o guante-manopla “3 dedos”, respectivamente.

El sistema de cinco dedos está pensado para todo uso, especialmente en condiciones no extremas; el de tres para fríos moderados pero situaciones donde se requiere destreza en la manipulación, y el de manopla tradicional para grandes fríos, personas con problemas de circulación, etcétera.

Tenga dos, tres o cinco cavidades es muy importante que esté preformado, esto es, ligeramente curvado hacia el interior de la mano, lo que se consigue con un patronaje donde el dorso tiene más longitud que la palma. A mayor curvatura inicial menor esfuerzo para asir herramientas o realizar labores prensiles.

Recordemos que la posición funcional de la mano deja los dedos ligeramente recogidos. Si bajamos los brazos y dejamos colgando las extremidades veremos que los dedos no tienden a estar completamente estirados, mirando perpendicularmente al suelo, salvo que se aplique fuerza para ello.

Pulgar e índice permanecen casi unidos como intentando sujetar una hoja de papel y delatando una de las características que ha llevado al Homo sapiens a destacar en la naturaleza: su capacidad prensil.

Cuidar los detalles
Mantener el cuerpo hidratado y bien nutrido hará que trabaje correctamente para calentar las extremidades. Abrigar el tronco en su justa medida, para que la circulación sanguínea no se restrinja encargándose de proteger exclusivamente los órganos principales, es una garantía para las manos. Evitar la compresión también impedirá que el flujo sanguíneo se interrumpa.

Hay guantes que llevan colgadores para ser transportados suspendidos del arnés por la zona de los dedos, evitando que entre agua o nieve por su boca. ¡Buen sistema!, pero yo prefiero llevarlos dentro de la chaqueta, calentitos y secos.

Construcción

La mano puede vestirse del mismo modo que se cubre el cuerpo: con una capa única, compacta y multifunción, o con varias superpuestas que sumen los atributos de cada uno de sus componentes: una ligera, que vaya en contacto con la piel, evacúe la transpiración y guarde aire caliente, y otra impermeable y robusta formada por la combinación de una membrana y un exterior resistente a la abrasión, lo que se conoce como cubre-guante o cubremanopla (si tiene menos cavidades).

El sistema multicapa puede resultar interesante si se precisa el buen tacto que proporciona un guante interior fino, pero tiene muchos inconvenientes desde la posibilidad de que el interior se moje y reduzca su capacidad aislante, a la dificultad de casar la talla de uno u otro elemento, pasando porque la falta de solidaridad entre ambas piezas perjudica la adaptabilidad y empeora el tacto, pues es fácil que una deslice, se retuerza o pliegue dentro de la otra.

Yo prefiero los guantes compactos que aúnan un interior cálido, una membrana impermeable y un exterior resistente, o los mismos pero sin lámina impermeable-transpirable. Las necesidades térmicas o de protección frente a la humedad son las que hacen que me decante por uno u otro tipo, e incluso uno u otro grosor dentro de las familias.

La estanqueidad de los guantes se consigue interponiendo entre las capas interior y exterior una fina membrana impermeable y transpirable (recordad que las dos cualidades son muy importantes).

Las membranas van termoselladas para conseguir impermeabilidad en toda su superficie, y como taladrarlas para coserlas sería perjudicial, se introducen sin más dentro de la armadura externa alojando en su interior el forro térmico o de confort.

Si no se tiene cuidado –el propio forro impide la extracción al adherirse a la piel cuando está húmedo–, no es raro sacar mano, interior caliente y membrana sin posibilidad de hacer coincidir nuevamente los dedos en su cavidad correspondiente. Es importante agarrar los dedos con la mano contraria al quitarse la prenda.

El guante ideal

Demasiado voluminoso resultará caliente, aunque incómodo y sin tacto. Demasiado fino, frío y poco duradero. Las necesidades de protección y tacto que imponga la actividad que practiquemos nos llevará a elegir entre la oferta del mercado.

Centraremos el artículo en hablar de los guantes de cinco dedos, dejando aparte los de tres y las manoplas con rellenos de pluma o fibra que, aunque son muy interesantes en aproximaciones a escaladas invernales y decisivos en grandes fríos (expediciones polares o en altitud, etc…), precisarían un trabajo exclusivo.

Tampoco hablaremos de los desmontables o multicapa por entender que el uso combinado o aislado de sus partes daría el mismo resultado que utilizar cualquiera de las familias expuestas a continuación. Ni de los diseñados para esquí alpino o freeride, pues tienen un look particular que ha vuelto a poner de moda la piel, además de especificaciones singulares.

Partiendo de esas premisas podríamos establecer tres grandes grupos:

  • Guantes compactos con membrana
    Con exterior resistente a la abrasión, palma y dedos reforzados –especialmente en la curva pulgar-índice–, inserto impermeable-transpirable y forro caliente en contacto con la mano. 

    Los modelos más avanzados ofrecen un forro cálido con un dorso de mayor grosor, a veces aborregado, y una palma en fleece, lo que combina un buen tacto con una superior protección térmica en la zona de retorno sanguíneo (esa que informa a nuestro corazón y, por tanto a nuestro cerebro, de la temperatura corporal). 

    Los hay con rellenos de fibra, que aunque calientes no aportan un tacto muy preciso. Construidos en materiales sintéticos o como mucho palmas en pieles tratadas, para que absorban muy poca humedad y no endurezcan con el frío, suelen llevar refuerzos acolchados en dorso y falanges, elevan la capacidad térmica y actúan como sistema “antichoque”. Son los guantes de montañismo y alpinismo invernal comprometido, por definición. 

    Mejor si no llevan complejos sistemas de ajuste en la muñeca e incorporan un buen ceñidor automático en la bocamanga, con reenvío del cordón para que no se enganche. Pueden incorporar un sistema para que queden colgados de la muñeca en caso de quitárselos, y hasta velcros para cerrar su boca y que no entre nieve. Una superior longitud de la bocamanga cubrirá sin problemas la chaqueta y dará más protección, pero si esa región va muy acolchada puede resultar un poco molesto por excesivamente voluminoso.
  • Guantes “soft-shell”
    De grosor intermedio, con membrana cortaviento y tremendamente polivalentes. Más cortos que los anteriores y, por supuesto, menos protectores pero más transpirables. 

    Sirven para correr en invierno, hacer esquí de montaña, aproximar si no hace demasiado frío, e incluso escalar rutas de hielo seco y dry tooling. 

    Hay modelos muy bien acabados, con palmas reforzadas, dorsos en neopreno, tejidos sorprendentemente calientes a pesar de su escaso volumen (en algunos también puede verse el relleno diferencial palma-dorso) y una protección relativamente eficaz contra la humedad, incluso sin llevar costuras selladas.

    Varios de los artículos de esta categoría lucen un look “motero”, con refuerzos en nudillos, lo que eleva su protección ante impactos cuando se empuñan piolets en posición de tracción. 

    Los hay con costuras de palma y dedos hacia el exterior para resultar más cómodos y no clavarse en la mano cuando se manipulan objetos.
  • Guantes interiores
    Generalmente en poliéster perchado en su cara interna, con adición de elastanos para aportar mayor adaptación. Ideados para llevar debajo de otro guante pero que también se pueden utilizar como exteriores en paseos, aproximaciones o entrenamientos. Muchos ya incorporan un sistema conductivo para manejar pantallas táctiles de aparatos electrónicos con la punta de los dedos sin tener que quitárselos.

Resistencia a la abrasión.
Los guantes no sólo protegen del frío, también lo hacen de los golpes, cortes y abrasión producida por agentes externos. Pero todo a costa de su propia vida: las palmas, por ejemplo, sufren mucho al rapelar. La cuerda es un gran agente erosivo que pude abrir surcos hasta en el mejor de los materiales. Ni las costuras reforzadas ni los hilos de Kevlar son inmunes, y los materiales muy adherentes potencian precisamente una mayor fricción.

Ingeniosas construcciones como la reducción de costuras en los dedos, el “cordón” entre pulgar e índice que incorporó Isard hace unos años, o el uso de materiales extremadamente resistentes que endurecen con el frío y privan de sensibilidad, tampoco se han mostrado como opciones ideales. 

Quizás lo mejor sean los protectores en piel a modo de guantes mitones (sin dedos) que venden algunas marcas y que, colocados sobre el guante principal, permiten rapelar o manipular elementos cortantes sin dañar el elemento principal. 

Extendidos entre los trabajadores de las estaciones de esquí, son una solución ingeniosa para gozar del tacto que nos da un guante no muy grueso y reforzado, alargando su vida y sin necesidad de desnudar la mano. 

Eso o cambiarse de guantes y sustituirlos por elementos en piel pensados para asegurar en escalada en roca o por los tradicionales guantes de trabajo, de venta en ferreterías. Aunque en el proceso de cambio es posible que las extremidades pierdan temperatura.

Guantes para la vida real

Aun contando con los rigores del invierno y la posición de los brazos de los escaladores de hielo y dry tooling, me atrevo a recomendar la fórmula de probar guantes más finos y con mejor tacto, aunque inferior protección.

No sigáis este consejo si vuestra actividad se desarrolla en lugares con fríos extremos, si permanecéis estáticos un largo período de tiempo, si acometéis la ascensión a un ochomil, si visitáis regiones polares, si os sacude un viento helador… Pero para ataques rápidos a nuestras montañas, donde hasta ahora primaba el uso de guantes más gruesos y pesados, puede tener un gran interés.

En mi caso, por escalar sin dragoneras en los piolets, la destreza de que disfruto con los que expongo en la segunda categoría es máxima y las manos –bien hidratado y vestido– siempre van, por ello, calientes a pesar de portar guantes livianos.

Puedo variar la posición de todo mi cuerpo, incluidos los dedos, para restablecer la temperatura sin temor a congestionar áreas concretas. Es cierto que todo exige disciplina, pero cada vez paso menos frío en las manos aunque no lleve los gruesos “manoplones” (de dos, tres o cinco dedos) que me acompañaban hace temporadas, y que también eran responsables de que mi mano se moviese “en bloque”, torpemente, o incluso permaneciese mucho tiempo parada.

Para evitar riesgos llevo varios pares iguales o similares, alguno protegido cerca de mi cuerpo bajo la chaqueta. Me quito los húmedos, los escurro si hace falta, y coloco otros en las manos, almacenando los usados en el mismo lugar para que sequen. Un sistema que me ha resultado útil en rutas largas, paredes alpinas, e incluso un único largo de una cascada compleja y húmeda –buscando un buen reposo para los pies donde hacer la sustitución-.

Hay que esforzarse en que la mano se conserve seca. La humedad roba calor de un modo rápido e importante, y exige un mayor esfuerzo por parte del cuerpo, que hace lo imposible por permanecer caliente y no desatender “la periferia”, alejada de órganos vitales.

Guante sobre guante
El uso de un guante fino y, sobre él, el auténtico protector está bastante extendido. Esta combinación, que puede estar bien para que la mano no quede desnuda en caso de retirar el elemento principal, no es muy adecuada desde el punto de vista del tacto y la adaptabilidad. 

La fricción que se genera entre los tejidos sintéticos resta precisión y el aislamiento no es tan alto como se piensa. La mano tiene una capacidad limitada de calentar el aire que la envuelve. 

Si está rodeada por varias capas superpuestas lo normal es que caliente la que tiene en contacto pero no la siguiente, con lo que el guante principal (el que se pone sobre el fino) es en la mayoría de ocasiones una coraza que aísla de la humedad y el viento pero no funciona térmicamente. Personalmente prefiero el uso de un guante único, cuya cámara pueda calentar de forma directa.

Qué talla elegir

Recomiendo escoger los guantes, sean del tipo que sean, justitos. Que no compriman la mano, pero que se adapten perfectamente a ella.

Un guante grande impide la manipulación de elementos y cuando los tejidos cedan y los acolchados se compriman (cosa que ocurrirá) será inutilizable, tendrá cámaras vacías que el cuerpo se obstinará en calentar, además de que podrá engancharse, intempestivamente, en cualquier parte.